martes, 17 de mayo de 2011

Mae West, la vecina descarada.

Hoy voy a transcribir literalmente dos fragmentos de texto que se refieren a la relación de Dietrich con otra de mis estrellas favoritas de todos los tiempos: Mae West.

Pero antes de nada, lo siento, tengo que hablar de ella. ¡No puedo evitarlo!



Considero a Mae West como una gran pionera del mundo del espectáculo. Una de esas estrellas que ni son las mejores cantantes, ni las mejores actrices, ni las más guapas, pero aún así son únicas en su especie. Una show-woman como la copa de un pino que desafió y luchó contra el puritanismo católico-americano, que escribía sus propios shows, que fue arrestada en los años 20  por representar en Broadway un espectáculo llamado "Sex" que ella misma produjo. Cuando llegó a Hollywood tenía tantas tablas que tuvo la osadía de declarar "No soy una chica de pueblo que llega a la ciudad. Soy una chica de ciudad que llega a un pueblo".


Desde su primera película -con escenas desternillantes- escribía ella misma sus guiones, y se negó a vender su alma a Hollywood cuando la censura quiso manejarla a su antojo. Fiel a sus principios, prefirió dejar de hacer cine y volver al lugar que la vio crecer; el escenario. Allí siguió montando sus propios shows durante décadas. Por desgracia no podemos disfrutar de ellos a día de hoy porque no quedaron inmortalizados en vídeo, pero sí que nos quedan fotos y algunos vídeos, que aunque no conserven el sonido, o se conserven en mal estado, se puede adivinar un espectáculo impecable, brillante y digno de inventar una máquina del tiempo para poder presenciarlo. Se mantuvo fresca, espléndida y brillante hasta su vejez y mantuvo buen humor y picardía, genio y figura hasta la sepultura.

Tengo que agradecer a Mae West las carcajadas y sonrisas que me ha arrancado tantas veces, el buen humor, buen rollo y la vitalidad que me ha transmitido siempre.

Y sin más preámbulos, aquí dejo un fragmento de la autobiografía de Marlene, donde habla de Mae. Y tras este, un extracto de la biografía escrita por María Riva;

Entre el plató y mi camerino se encontraba también el de Mae West. ¡Qué gran dama! Conmigo se mostraba muy amable y me prodigaba consejos. Ella fue la que me inspiró la energía que a mí me faltaba de tal manera que me dejaba estupefacta.
Pero yo no era la única; los jefes de la Paramount también estaban sojuzgados por Mae West. Nunca fue para mí una madre, porque no era del tipo maternal en absoluto. Fue una profesora, una roca a la que me acercaba, un espíritu brillante que me comprendía y adivinaba mis problemas. Creo que entonces no se dio cuenta de la importancia que su influencia ejerció sobre mí. ¡Yo expresaba tan mal mis sentimientos!
Cuando leí el guión de Deseo (Desire, 1936) escrito por Ernst Lubitsch, quedé horrorizada: la película comenzaba con un primer plano de mis piernas. ¡Mis piernas, siempre mis piernas! Para mí sólo tenían una función utilitaria: la de permitirme caminar.
No admitía que se especulara tanto acerca de mis piernas. Pero Mae West me aconsejó que abandonase tal actitud y dejase a los productores hacer lo que creyeran oportuno. Siempre tenía un millón de buenas razones en que basar sus opiniones, y yo la escuchaba. Así, Deseo empieza con un primer plano de mis piernas. Es una excelente película que muy bien hubiera podido pasar por alto un comienzo así.
Mae West era formidable, inteligente, maliciosa, y conocía su oficio. Nunca iba a las fiestas de Hollywood. Las starletts debían ir, imagino. Pero nosotras, nunca. Ya teníamos bastante con proteger nuestra intimidad, ocuparnos de nuestras labores cotidianas y pasar los momentos de expansión con nuestros amigos.

 Con esta imagen podemos imaginar lo que habría dado de sí una comedia
con ellas dos juntas. Finales de los años 30.


Y cuenta la hija de Dietrich:

Era tan insólito que mi madre sintiera por alguien un aprecio verdadero sin apasionados arrebatos románticos, que yo no he podido olvidar a ninguna de las personas que se lo inspiraron. Una de ellas fue Mae West, su vecina de camerino, a la que se consentía su desparpajo y su llaneza americana sin que nunca recibiera la mirada glacial de la Dietrich. Ella abría la puerta mosquitera del camerino de mi madre golpeando el marco de madera con los nudillos al tiempo que entraba. ¡Era la única persona a la que se toleraba esto!
-¡Hola, guapa!
Se echó hacia atrás, con las manos en aquellas famosas caderas, poniendo los ojos en blanco, en espléndida imitación de sí misma, al ver el atrevido vestido de mi madre para las escenas de vudú. Mae silbó por lo bajo con admiración.
-No está mal, nena. No está nada mal.
-¡Fíjate, Mae, otra vez las piernas! Siempre lo mismo; quieren piernas.
-¡Sí! ¡Tú, la parte de abajo y yo, la de arriba! -Oprimió con sus manos pequeñas su busto generoso, haciéndolo sobresalir todavía más del ceñido corsé que llevaba siempre, incluso debajo de la bata. Mi madre se hechó a reir. Mae West siempre le hacía reir-. Chica, también tenemos que pensar en las mujeres, no sólo en los hombres. No lo olvides. Si fueran sólo los hombres lo único que tendría que hacer es enseñarlas.
Y con estas palabras se sacó un pecho del corsé.
¡Era fabuloso! Se necesitaba muy poco para escandalizar a mi madre. Mae West lo sabía y se complacía en pincharle.
Ahora, con su famosa sonrisa de picardía, recogió su tesoro de alabastro, lo colocó cuidadosamente en su jaula de ballenas, dio una palmada en el interior del muslo desnudo de la Dietrich e hizo mutis contoneándose. Mi madre echó atrás la cabeza y soltó la carcajada. Siempre supo apreciar una buena interpretación. Yo no acabé de entender la escena, pero se me quedó grabada por lo mucho que se divirtieron las dos juntas.
Muchas veces me pregunté por qué no cultivaron su amistad fuera de los estudios Paramount. Tenían mucho en común, por lo menos, profesionalmente. Su capacidad para reirse de sí mismas, la costumbre de pensar en su imagen cinematográfica en tercera persona, su instinto para saber lo que en ellas podía y lo que no podía resultar y su asombroso don para ser aceptadas por igual por hombres y mujeres. Pero Mae West nunca vino a nuestra casa, ni se hizo para ella una cena especial. Sus camerinos contiguos eran el único marco para la amistad entre aquellas dos mujeres de fama mundial que interpretaban con tanta maestría el papel de mujer fatal. Me hubiera gustado verlas juntas en una película. Qué divertido habría sido, o quizá no; tal vez se hubieran anulado entre sí.
Mi madre escribió a mi padre:

"¡...y entonces se sacó uno, y lo movió mientras hablaba, como otra persona movería un dedo! Hay un muchacho inglés muy guapo que habla con acento cockney, llamado Cary Grant [...] Lo ha descubierto Mae..." 
West y Dietrich en la Paramount. 1935

domingo, 15 de mayo de 2011

Marlene, a lo chica Tarantino...

Sí, eso es lo que pensé el otro día cuando me encontré con una de esas noticias disparatadas que salen de vez en cuando sobre superstars -sobretodo ya fallecidas- y que un servidor ni cree ni deja de creer. Yo más bien me río. Me río porque me fluye la imaginación y me imagino una escena de lo más divertida. Y es en esos momentos cuando quisiera tener un montón de dinero y hacerme director de cine para dirigir la película que tengo en mi cabeza.

La noticia salió hace unos días, "Marlene Dietrich planeó asesinar a Hitler", y dice que la Dietrich confesó a Douglas Fairbanks Jr. que como Hitler estaba obsesionado con ella, planearía un tête-à-tête con él, se desnudaría y le clavaría una horquilla envenenada. No cuentan si para escapar de allí, una vez cumplida la misión, Marlene iría clavando horquillas envenenadas a todo hombre armado que se encontrara por el camino, o si le robaría el arma que seguramente llevaría el malogrado Führer, o si algún aliado -o aliada- habría conseguido entrar antes en la estancia y dejarle escondido un lanzallamas para acabar con todos. Eso ya lo dejamos a la imaginación de cada uno.

¡Bye bye mein lieber Herr! -Dijo triunfante y con una inquietante frialdad-

¿Comprendéis por qué digo lo de chica Tarantino? Y si os gusta más la comedia, y sobretodo comedia inteligente, también podéis imaginar la escena a lo Woody Allen & Diane Keaton planeando asesinar a Napoleón en La última noche de Boris Grushenko.  ¿No es genial? Aquí ya podemos incluso añadir un personaje secundario como Tallulah Bankhead y nos sale una comedia redonda e inmortal llena de diálogos chispeantes y elegancia a raudales.

Esta noticia surge debido a la publicación de una nueva biografía de Marlene, escrita por la ilustradísima Charlotte Chandler, a la que tal vez recordéis en decenas de documentales del star-system que suelen pasar por TCM o en los extras de nuestros DVD's clásicos. Al parecer, esta anécdota se la contó el mismísimo Douglas Fairbanks Jr, y supongo que los medios se han encargado de sacar la historia de contexto y convertirla en esa escena con la que tanto me he divertido en el home cinema de mi quijotera.

De todas formas, anuncio a todo aquel que no lo sepa, que esta noticia no es absolutamente nueva, y si leéis Greta y Marlene: Safo va a Hollywood de Diana McLellan, página 298, leeréis algo parecido que ningun medio parece recordar, o desconoce.

Resulta que Greta Garbo realizó un pequeño trabajo de espionaje para el FBI, y también estuvo en contacto con el jefe de Seguridad Británica en Estados Unidos. Ella misma pretendería también haberse ofrecido a conocer a Hitler para convencerle de que se rindiera o para matarle de un tiro. "Soy la única persona en el mundo a la que no cachearán" Dijo la Garbo con melodiosa voz trasnochada, seguramente recordando a su propia Mata Hari.

Marlene Dietrich diría algo parecido al FBI en 1942. Cuando estuvo en Alemania -dijo- había pensado en llamar a Hitler por teléfono, diciéndole que iba a ir a visitarle, para luego matarle cuando estuviese allí; Él no es un ser humano mentalmente normal -le dijo a un asombrado agente- Pero tiene debilidad por mí.


Quizás me equivoque, pero supongo que todo comenzó con un comentario en clave de humor que con los años acabó maravillosamente desvirtuado. Y a mí, personalmente, me encanta.

Gracias a Miguel Marlene he podido ver la Noticia en La Sexta, y me ha encantado que hayan usado los vídeos de mi canal de YouTube para dar la noticia.

Como siempre, os animo a ver mi canal Dietrich en YouTube con un montón de escenas memorables en la filmografía de Lena.

lunes, 9 de mayo de 2011

La cicatriz de Marlene

Este mes de mayo la revista Historia y vida dedica un interesantísimo artículo a Marlene Dietrich. Con el título La cicatriz de Marlene, el artículo habla sobre la relación de Marlene con los nazis, con la Alemania de su tiempo, con exiliados y refugiados, con compañeros del gremio que también se opusieron al régimen, etc. También habla sobre su paso por la Segunda Guerra Mundial como estrella al servicio de la moral del bando aliado, y también como una soldado más.


La Dietrich en el frente. Un soldado más.
El artículo comienza cuando Marlene, ya afianzada como una superestrella en 1932, amenazó a la Paramount con volver a Alemania si Josef von Sternberg dejaba de dirigirla. A partir de esta anécdota cuentan cómo Rudolph Sieber, su marido, mantenía informada a la estrella desde Europa, sobre el amenazante auge del fanatismo nazi en Alemania, y de cómo ella se dio cuenta de que jamás podría volver a su patria "mientras semejante hombre siguiera fanatizando a las masas"

También explica las ofertas de Goebbels a Marlene para volver a Alemania y convertirla en la joya de la corona del cine alemán y de cómo ella declinó siempre esas ofertas que después se convertirían en acoso, luego en acoso y derribo, para acabar sometiendola a un escarnio público y convertirla en una vergüenza para el pueblo alemán.

Aunque no de manera completa, el artículo también hace un repaso a los altibajos de su carrera durante los años previos y posteriores a la guerra, de cómo Marlene se cambió de actriz a cantante, de su colaboración con la OSS en la ejecución de la guerra psicológica dirigida contra los países del Eje -El nacimiento del mítico Lili Marleen- y la eterna encrucijada personal con su identidad alemana.

No cuentan nada que no sepamos quienes hayamos leído sus biografías, pero sí me parece interesantísimo para quien se quiera iniciar en Marlene, para quien no conozca demasiado este apartado de su vida, o para el que le interese la Historia del siglo XX. Y además, con unas fotografías muy buenas.

"Detestaba a los nazis, y tras dar la espalda a un país que ya no reconocía como suyo, puso su talento al servicio de la causa aliada. Pero nunca dejó de sentirse alemana. Esa contradicción y su experiencia en el frente la marcaron profundamente"

"La prensa alemana afeó su falta de patriotismo y atacó sus películas, que al final se prohibieron"

"Furiosa porque los nazis pensaran que podía considerar sus propuestas, pidió la ciudadanía americana"

"Al actuar para las tropas, rechazó todo tratamiento especial; ella dormía y comía como los reclutas"

Javier Moncayo, periodista. Autor del artículo "La cicatriz de Marlene" publicado en mayo de 2011 en la revista "Historia y vida"

Marlene en los períodicos de los años 30

Una vez más me reitero; Marlene es Historia.

viernes, 6 de mayo de 2011

Los ángeles no mueren



En un día como hoy, hace 19 años, los cielos se abrieron y lloraron al emprender el Ángel azul su última travesía. Marlene Dietrich nos dejó, tras mucho vivir y dejar una huella profunda y a perpetuidad en nuestra historia. Se elevó desde París, más etérea que nunca, y se catasterizó para que todos pudieramos recordarla y disfrutarla, de aquí a la eternidad.

Aunque lo más posible es que si ella estuviera leyendo esto y pudiera contestarme, diría "Sentimentalismo barato. Cursilerías innecesarias. Morí, y punto, como todo el mundo"

Sí, porque ella, mujer inteligente, intelectual y pensadora, práctica y terrenal, lo que pensaba de la muerte era lo que muchos pensamos sin temor, y lo que otros ven con pavor:

¿Piensa en la muerte?

-No, en absoluto.

-¿No le tiene miedo a la muerte?

-No. Se debe temer a la vida, no a la muerte. Uno no se entera de nada. Se acabó.

-¿Cree que existe algo después?

-No, no... Eso son tonterías. No voy a creerme que estemos todos volando ahí arriba. ¡Es imposible!

-Muchos filósofos han reflexionado sobre ello...

-¡Todo eso viene de la Biblia! Para consolar a la gente nos dicen que nos vamos al cielo. No hay quien se lo crea.

-¿Y a lo largo de la vida no ha pensado en lo que puede venir luego?

-No. Yo solo pienso en el presente y en lo que tengo que hacer. Que no me vengan con que todos viven en el cielo. Estaría llenísimo. ¡Tanta gente volando por ahí!
Cuando se ha estado en la guerra, viendo morir a cientos de miles de personas... y ahora todos ahí arriba...  No es posible.  Yo no creo en ningún ser supremo, a no ser que éste esté loco.

(Extracto de las entrevistas de Maximilian Schell a Marlene en su vejez)


Querida Marlene. Puede que tú y yo pensemos lo mismo sobre la muerte. Sobre la otra vida, sobre los seres supremos y todas esas fábulas. Pero en estos casos es imposible no recurrir precisamente a eso, a la fábula, al estilo poético y a hablar de tí como de mitología. No es desacertado y al fin y al cabo no es del todo ficticio. Nadie muere cuando permanece en el recuerdo para siempre. Para muchos, como yo, estás en el cielo, no en un cielo convencional ni religioso. Estás en un cielo muy personal y seguirás brillando desde algún lugar.

Eternamente;
Serch.




Luis G. Berlanga:

Ayer se cerraba definitivamente uno de los capítulos más sugestivos y evocadores de la historia del cine.
Marlene Dietrich, actriz fascinante, cuya figura pobló las fantasías de varias generaciones de cinéfilos, murió tan silenciosamente como había vivido durante las últimas décadas. La última diosa del celuloide es ya para siempre el ángel azul, aquel personaje que creara para ella Josef von Sternberg y que se convirtió en el prototipo aún no superado de la mujer fatal, de la carne encendida por una antorcha de hielo, de una pasión capaz de iluminar las estancias más sombrías del alma y calzinar a la vez toda esperanza. Quedan en el universo del cine magníficas actrices, pero con Marlene desaparece el último mito, la última figura moldeada con la misma materia que los sueños.

(Artículo de Luis G. Berlanga publicado un día después de la muerte de Marlene, el 07 de Mayo de 1992)



José Luis Garci:

Durante el verano de 1960 [...] me enamoré de una chica que estudiaba Idiomas. Preparé las oposiciones para entrar en el Banco Ibérico, y oí cantar en el Retiro a Marlene Dietrich.


Fue una noche de Julio, en Pavillón, a dos pasos del Estanque. Los árboles nos defendían de los yacimientos de calor que llegaban de Ventas y de Atocha. Junto a la puerta de aquella bonita sala de fiestas había un luminoso de neón, rosado, en vertical, "Marlene", y muchos coches aparcados, diez o doce. También llegaban taxis sin parar a un parque del Retiro que nunca fue más Prater, a un Madrid que parecía Viena.


La chica que estudiaba Idiomas, y yo, bien cogidos de la mano, fuimos de los primeros en pillar sitio al lado de la tapia trasera. Pavillón se llenó, desde luego, pero en los alrededores no cabía un curioso más. Gentes de toda condición, que en ningún otro lugar hubiérase reúnido, que dijo Don Jacinto, comunicábase allí su regocijo y su nerviosismo.


Marlene, a punto de cumplir 60, "la abuela más joven del mundo", empezó a cantar a eso de las doce. Tenía la voz oscura, densa, enérgica, y un poco turbia. Cantó en inglés, en alemán y en francés. Pero mi amiga apenas pudo traducirme unas palabras. En alemán no cogió nada. En inglés "Love" "Darling" y poco más. Tuvo que ser mi francés del bachillerato quien rescatara "Amants" y "Paris, Paris, ville d'amour". Sólo al final, cuando aquella rubia de los años treinta cantó "Lili Marlen", la muchedumbre del tendido de los sastres, movió la cabeza a un lado, a otro, muy despacio, sonrió, y aplaudió con fuerza. Y eso fue todo. Antes de la una, todos a casa.


Ay, si Marlene nos hubiera visto allí, sentados en el suelo, fumando, alrededor de la tapia, bebiendo agua de las fuentes cercanas, habría creído sin duda que nosotros éramos las tropas, sin uniforme, de otro frente aliado. [...]

Marlene tenía un estilo heredado de los años 20 que languideció con su tiempo. Sus cejas eran tan finas que no llegaron a ser exóticas. Y el "rouge", como muy bien descubrió Mercedes de Acosta, uno de sus grandes amores, no le iba en absoluto. Pero otros amores de Marlene, Jean Gabin y Erich Maria Remarque, por ejemplo, descubrieron en ella una maravillosa mujer de su casa, una cocinera de asombro y una prusiana suave y ligera.


Más que sus muslos legendarios, los hombres de los treinta amaron aquellos pantaloncitos con puntillas que se entreveían cuando se sentaba, y sobretodo, las medias negras que sujetaban unas ingles poderosas, limpias y algo anatadas.

El milagro de transformar aquella alemanota en una estilizada chica Penagos, lo hicieron a medias Sternberg, el fotógrafo Lee Grames, algo de niebla, y los geniales chicos y chicas que peinaban, maquillaban y vestían en Paramount.
Reina del claroscuro, Marlene absorvió como ninguna la luz cruzada de los estudios, los proyectores laterales, y la bruma de los difusores. Suyo será siempre todo el glamour del Kitsch.

Me gusta en Angel, de Lubitsch, y me fascina en Marruecos, en esa ramera que sigue a los legionarios por un desierto californiano y que pierde la cabeza por Gary Cooper cuando éste graba su nombre -Amy Jolly- con la punta de su navaja en una mesa de madera.

Imagino a Marlene en Villa Luisiana, aquel hotelito [...] La imagino abandonando al escritor, subiendose en la limousine, alejándose por Arturo Soria, mientras el cielo se vuelve violeta y en algunos ventorros con jardín los últimos noctámbulos juegan a la rana borrachos de anís. Justo en ese instante, y con esa elegancia que no se hereda, Felipe Trigo se suicida. Terminan los años veinte. Para Marlene empieza la vida.

Mañana, hoy ya 7 de Mayo, saldré a rodar muy temprano. Sé que va a ser un buen día para filmar amaneceres.

(Artículo de José Luis Garci publicado tras la muerte de Marlene Dietrich, el 7 de Mayo de 1992)


lunes, 2 de mayo de 2011

¡Feria!

Estaba yo pensando en lo abandonado que tenía mi blog. Una serie de vicisitudes inesperadas hizo que tuviera que ausentarme un poco de la red, y después la costumbre hizo el resto. No publicar nada en meses. Algo que nunca quise que ocurriera cuando comencé a escribir, pero que al final ha ocurrido.

¡No pasa nada! Después de todo, nunca es tarde para hablar de Marlene. Por que ella... nunca cae en el olvido.


Veo los nuevos seguidores, y me alegro mucho. No por mi blog, que blogs podrán haber muchos, sino por la Dietrich. Por su memoria.


Y para volver, aunque un poco más light, me ha parecido que ahora que en Sevilla comienza la Feria de Abril... ¿Qué mejor que poner una foto de aquella Marlene española tan exquisita? La Concha Pérez, la vampiresa castiza de esa España rural del siglo XIX. Esa reminiscencia de la Carmen de Bizet. La Dietrich en El Diablo es una Mujer. Una sevillana rubia platino hablando en inglés con acento alemán. ¡Una joya!

La foto la coloreé yo mismo. Es una afición que tengo desde hace tiempo, igual que el desaparecido Terenci Moix, que las divas le tengan en su gloria.