domingo, 26 de junio de 2011

Las Marlenes de Lagerfeld.

En Diciembre del pasado 2009, Karl Lagerfeld presentó el cortometraje Paris Shanghai, a Fantasy (El viaje que Coco Chanel sólo hizo en sus sueños) con motivo de su colección París-Shanghai y que dirigió él mismo.

El vídeo, que rezuma glamour a raudales, no sólo rinde tributo a Coco Chanel sino también a Marlene Dietrich, que aparece encarnada por la modelo Heidi Mount con los looks de El expreso de Shanghai y de Seven Sinners, y reinterpretando el argumento y a los personajes. Lagerfeld, a su vez, recrea el vestuario que diseñarían Irene y Travis Banton para Marlene en dichos films.

La primera "Marlene" que aparece es la Bijou Blanche de Seven Sinners (De isla en isla, en España) con el precioso vestido diseñado por Irene, blanco, con pedrería y gran tocado de plumas.

Marlene en Seven Sinners (1940) Vestido diseñado por Irene.

La modelo Heidi Mount encarnando a la Dietrich.

En el tocador de la Bijou Blance remakeada, algunas fotos de la auténtica Dietrich.

En la siguiente escena, todavía en Seven Sinners, aparece el mismo personaje, esta vez con el famoso uniforme de oficial de la Marina, diseñado también y originalmente por Irene.

La Dietrich real luciendo el uniforme de Seven Sinners.

Heidi Mount con el uniforme de Marlene-Bijou Blanche



Para el siguiente episodio del corto, Coco Chanel sigue viajando de forma onírica por los mundos exóticos de las heroínas marlenescas. Esta vez, se sube al Expreso de Shanghai y allí se encuentra con Shanghai Lily (Dietrich) y Anna May Wong, entre otros personajes de la película. Además, Coco lleva un diseño inspirado en el vestido de plumas negras de gallo que vestía Marlene al comienzo de la película, diseñado, como el resto del vestuario del film, por Travis Banton. En las siguientes fotografías observamos el Expreso de Shanghai revisitado por Lagerfeld:


    

Las nuevas Shanghai Lily y Hui Fei, por Lagerfeld.

La nueva Coco Chanel, al estilo de Shanghai Lily, por Lagerfeld.


Imágenes de la película y Marlene auténticas, con los diseños de Travis Banton:






A continuación, la escena de Paris Shanghai, donde aparecen las "Marlenes" de Lagerfeld:




La Dietrich en Seven Sinners, con el vestido blanco. Momento celestial:


Marlene con el uniforme de la Marina en Seven Sinners. Inolvidable:



Una escena de Shanghai Express con la inmortal y divinísima Dietrich-Shanghai Lily:


Qué corto tan elegante hizo Lagerfeld y con qué delicadeza recreó los mundos de la Dietrich sin caer en la parodia o en un simple corta y pega. ¡Pero en qué poquita cosa se queda cuando rescatas los originales! Las comparaciones son odiosas, en este caso, curiosas.

Y para quien no haya visto el corto y le interese, aquí lo tenéis, aunque sin subtítulos, ya que no consigo encontrarlo.






sábado, 25 de junio de 2011

Una carta de Karl Lagerfeld

Un domingo cualquiera, durante los años ochenta, Karl Lagerfeld escribe una carta a Marlene Dietrich;

Querida Marlene,

Espero que no te importe que me dirija a tí de esta manera.
Nuestra conversación de ayer por teléfono fue muy complicada. Anoche tenía averiado mi teléfono. Esto siempre pasa en París. A ti te costaba entenderme y a mi también me costaba escucharte a tí.
Quería expresarte de nuevo hasta qué punto tus discos me han encantado siempre. Hay tantas canciones que no conozco, y tu manera de interpretarlas es auténtica música. No puedo escuchar a nadie más cantarlas después que lo hayas hecho tú.
"Nach meene Beene is janz Berlin verrückt" es mi canción favorita. Todas las canciones repican nostalgia por ese espíritu ya desaparecido de nuestro país. La Alemania que cantas no tiene nada que ver con la Alemania de hoy en día. Lamento mucho no haber conocido la otra Alemania que sin embargo me es muy familiar y añoro en cierto sentido.
Entiendo perfectamente que ya no desees cantar en Alemania aunque los hechos de diez años atrás no sean los de hoy.
Mi madre, que conoció muy bien el Berlín al que tú cantas, también se conmovió y se emocionó mucho escuchándote. Si pudiera hacer algo por tí, no dudes en llamarme. Me haré cargo de tu vestuario.

Karl Lagerfeld.




miércoles, 15 de junio de 2011

Parálisis Permanente / Quiero ser Dietrich

Será por aquella Marlene que Sternberg sometió al claroscuro inquietante y enigmático de las escenas finales de Fatalidad, El expreso de Shanghai, o Capricho Imperial. Esta última es, en todos sus aspectos, un festín de claustrofobia, bajos instintos y aire gótico en una atmósfera de elegancia perturbadora. En estas películas, siendo la Dietrich la mítica vampiresa de la que siempre se habla, es además una especie de vampira. El aire lánguido, la piel de alabastro contrastada con unos labios que más que rojos parecen a veces morados, la voz emitida con cierta debilidad pero imponente a medida que el personaje madura. La oscuridad que le rodea, con la presencia amenazante de la iconografía bizantina recordando tormentos, sangre y muerte. La muerte, el vicio, la perversión, el odio, el amor y el sexo se respiran y se asumen en este escenario hostil como elementos indispensables y naturales.

Esto me sirve de preámbulo para hablar de Parálisis Permanente, mítico grupo post-punk de sonido oscuro y letras e imagen perturbadora y siniestra que reconocen en Marlene Dietrich a ese icono de la vampiresa-vampira que hace de la oscuridad su hábitat natural. Desconozco el nivel de conocimiento o admiración del desaparecido Eduardo Benavente hacia la Dietrich, aunque recuerdo a Ana Curra mencionar a Marlene entre sus ideas e influencias a la hora de elegir su vestimenta, que tanto asombraba a su alrededor, así como a Nacho Canut -ex componente de Parálisis Permanente durante muy poco tiempo- y Alaska -Muy bien avenida entonces con Ana Curra- reivindicar a la Dietrich, ya no como un icono gay, sino como un icono en toda la extensión de la palabra.

Portada de Nacidos para Dominar / Sangre (1983)

Interior del vinilo con un dibujo de la Dietrich de El Angel Azul


En 1983, y tras la inesperada muerte de Eduardo, se publica lo que sería el último trabajo de Parálisis Permanente. Nacidos para Dominar / Sangre. En la portada, una imponente, oscura y lánguida Marlene Dietrich, más vampírica que nunca. Se trata de una pose histórica, una foto de Shanghai Express en la que Marlene mantiene los brazos cruzados, con esa actitud de pisar entre la vida y la muerte, estando por encima de ellas, como una reina de Egipto en su sarcófago de plumas de avestruz y niebla.

Marlene Dietrich en Shanghai Express (1932) Fotografía de Don English.


La misma pose que el gran Freddie Mercury imitó con todo respeto junto a sus compañeros de Queen para la portada de su disco Queen II. Esta imagen además, sirve como obertura a aquella maravilla musical llamada Bohemian Rhapsody.



El influjo de Marlene y Sternberg en Queen y Freddie Mercury (1974)

Y también la misma pose le sirvió años después a David Fincher y Madonna -De la que otro día hablaré larguísimo y tendido respecto a Marlene Dietrich- para intercalar unas imágenes de elegancia absoluta en esa obra maestra del arte del videoclip que es Vogue.


Sabiendo esto sobre Parálisis, yo, que no puedo considerarme un seguidor de la banda, aunque me merecen mi más absoluto respeto y admiración, decidí hace tres años mezclar unas imágenes de Marlene Dietrich con su famosísimo tema, muy conocido también como canción de Alaska y Dinarama, compuesto por Ana Curra y Alaska; Quiero ser Santa. Al vídeo lo llamé Quiero ser Dietrich y mezclé escenas de Fatalidad, Shanghai Express, Capricho Imperial y El Cantar de los Cantares. 

 Aunque me encanta también la versión de Alaska y Dinarama, quise utilizar la versión más oscura, la primera, la de Parálisis, que además encaja mejor con toda esa atmósfera que he descrito al principio, y con esos personajes marlenescos que caminan por el mal y que pretenden ser un poco santas y redimirse sin saber cómo. Desde la María Magdalena de Shanghai Express, a la espía de Fatalidad y la mujer perdida de El cantar de los cantares. O a la inversa, con la emperatriz que madura y reparte la justicia con su mano en Capricho Imperial.


El vídeo gustó a algunos y horrorizó a otros. A ciertos fans de la Dietrich no les hace mucha gracia, otros se horrorizan ante la música, y a los fans de Parálisis y/o Alaska/Fangoria les encanta. Así que como me consta que por aquí rondamos más de un seguidor de estos artistas, a todos vosotros lo dedico. Y si os gusta, a todos aquellos fans de Fangoria, recomiendo otro vídeo que monté hace poco con mucho cine, Hitchcock y Cebras. A este vídeo no le dedicaré una entrada puesto que no tiene nada que ver con Marlene. Pero de todas formas lo tenéis en mi canal de vídeos con el nombre "Fangoria - Cebras (Cumbres Borrascosas VideoMix"

miércoles, 8 de junio de 2011

Edith Piaf, mi amiga.



El gorrión de las calles de París. una niña abadonada. Un alma que nació herida [...] Una idealista, una optimista de ojos tristes, manos de princesa, un cuerpo frágil marcado por una infancia llena de hambre. Delicada y robusta, valiente y tímida, que canta desde el corazón, ofreciendo su amor, su amistad, su ayuda e inspiración, creyendo en todo con la poderosa fuerza de su espíritu romántico. El gorrión que se convierte en Fénix.
(Marlene Dietrich en Marlene Dietrich's ABC)




Horrorizada de verla tirar absurdamente el dinero y con tres amantes al mismo tiempo, me comportaba con ella como una prima de provincias. Pero no se daba cuenta. Siempre se mostraba preocupada por sus emociones, por su profesión, por su credulidad en todo tipo de originalidades, por su pasión por el universo en general y determinados seres en particular.



Yo la veía como el pájaro frágil cuyo nombre había adoptado, pero también como la Jezabel cuya insaciable sed de amor debía compensar un sentimiento de falta de integridad, con su 'deformidad' -así la llamaba ella-, su cuerpo frágil y menudo que enviaba al combate como Circe, las sirenas y Lorelei, seductora que prometía todas las delicias del mundo con aquella intensidad sin igual que le era tan característica. Me producían vértigo todos aquellos amantes que yo debía llevar a escondidas a sus apartamentos.

Le rendí los servicios que me pidió. Sin comprender jamás aquella terrible necesidad de amor que padecía, le serví bien. Me apreciaba; incluso es posible que me amara. Sin embargo, creo que sólo era capaz de amar a los hombres. La amistad era para ella un sentimiento vago, cuya sombra se prolongaba hasta el interior de su espíritu y de su corazón. Jamás tuvo tiempo de consagrarse exclusivamente a la amistad. Y tenía razón, porque sus reservas no eran inagotables. Fui su camarera en el teatro y en Versailles, el night-club de Nueva York donde cantaba.



Cuando irrumpió la tragedia, me hice cargo de sus asuntos. Teníamos que ir a buscar a Marcel Cerdan al aeropuerto; ella estaba durmiendo cuando me enteré de que el avión que le transportaba se había estrellado en las Azores y él había fallecido.

Hubo que despertarla a la hora prevista y comunicarle la desgracia. Luego llegaron los médicos y los medicamentos. Yo estaba convencida de que anularía su espectáculo en el Versailles, pero cuando lo discutí con ella por la tarde, me dijo que se atendría al contrato. Tuve que obedecer, juzgué absolutamente necesario pedir al director de orquesta que suprimiera del espectáculo el Hymne à l'amour. Luego acompañé al electricista del teatro a regular los proyectores para suavizar la iluminación. La encontré en su camerino: estaba tranquila. Había decidido cantar el Hymne à l'amour.

Como todo el mundo, tenía miedo de un pasaje de esta canción: Si mueres, yo moriré también. Cantó como si nada hubiera pasado porque nunca dio la impresión de doblegarse a la dura ley del mundo del espectáculo: El espectáculo debe continuar. Se sirvió de su dolor, de su sufrimiento, de su tristeza, para cantar aún mejor que de costumbre.

Durante las noches siguientes permanecimos las dos sentadas en la habitación del hotel sumergida en la oscuridad, cogidas de la mano por encima de la mesa; utilizó todos los medios propios de los desesperados para mantener a Cerdan a su lado. De repente exclamaba "Está aquí, ¿No has oído su voz?" Yo la metía en la cama, esperando que la locura de la desesperación acabara por desaparecer.

Desapareció.

Mucho antes de que tuvieran lugar estos acontecimientos, Edith Piaf anunció que se iba a casar. También afronté entonces la tempestad correspondiente. La ceremonia tendría lugar en una iglesia de Nueva York, y yo sería su testigo; como yo no era católica, Edith Piaf se las arregló para obtener una dispensa especial. Volvió al país de sus recuerdos y supersticiones infantiles y, en una oscura mañana neoyorquina, me dirigí a su habitación para ayudarla a vestirse. Al entrar en la habitación la encontré sentada en la cama, desnuda, conforme a la costumbre. La costumbre naturalmente, estaba relacionada con la creencia de que así la felicidad nunca abandonaría a la joven pareja de recién casados. Alrededor del cuello levaba una cadenita con una pequeña cruz de esmeraldas que yo le jabía regalado; parecía estar desesperada en aquella habitación siniestra, a miles de kilómetros de su país natal.

Cuando todo acabó regresó a Francia. Mantuvimos una tierna relación que indudablemente nada tuvo que ver con el amor. Yo siempre respeté sus actitudes y sus decisiones.

Mucho más tarde, cuando se dedicó a la droga, dejé de serle fiel. Aquello era más de lo que yo podía soportar. Aunque comprendía su necesidad de drogarse, conocía mis límites. Pero comperneder no quiere decir aprobar. ¿Qué podía hacer? A pesar de todos mis esfuerzos por ayudar a Edith, topaba contra un muro infranqueable: la droga.

Me encontraba desesperada. Las drogas no eran entonces tan peligrosas como lo son las de hoy en día, pero a la postre eran drogas y renuncié a ayudarla. Seguí queriéndola, pero ahora mi amor era inútil. No estaba sola. Un hombre joven y devoto se encontraba a su lado.

Abandoné a Edith Piaf como a una niña perdida a la que siempre lloraré y echaré de menos, pero a la que también llevaré siempre en lo más hondo de mi corazón.
(Marlene Dietrich en sus memorias; Marlene D. por Marlene Dietrich)



...Estuvo más cerca que nunca de la eterna sufridora Piaf, salvando la gira americana de la cantante por Estados Unidos en 1948 al presentarle a empresarios y periodistas. Aquellas Navidades en Roma, colgó una cruz de oro de Cartier con siete esmeraldas alrededor del delgado cuello de Piaf, con una nota aconsejándole "Debemos encontrar a Dios" [No estoy seguro del tono utilizado por Marlene] Cuando el boxeador Marcel Cerdan, amante de Piaf, murió en un accidente de avión en 1949, Marlene cuidó, consoló e hizo revivir al Gorrión, y luego la volvió a empujar a los escenarios. Las dos estrellas estaban tan mareadas con el amor que a veces olvidaban dónde estaban. Una famosa velada en el serio hotel Waldorf Astoria de Nueva York interpretaron una versión a dúo de Mon Légionnaire, "a cuatro patas como un par de perras en celo" El recuerdo las hizo ruborizarse durante un tiempo. [...] Su amada Edith Piaf murió en 1963 y fue enterrada con la cruz de Marlene alrededor del cuello.
(Diana McLellan; Greta y Marlene: Safo va a Hollywood)


Grabación en color de la primera boda de Edith Piaf donde aparece Marlene Dietrich, su testigo.



Imágenes donde podemos ver a Marlene Dietrich en el funeral de Edith Piaf en el minuto 0:30



Marlene cantando La Vie en Rose, en 1972. Canción-icono de Edith Piaf y por medio de la cual se conocieron a finales de los años 40. Marlene la versionó por primera vez en la película de Alfred Hitchcock, Pánico en la Escena, y después la grabaría en estudio y la cantaría en sus shows durante el resto de su carrera, siendo uno de los temas más esperados por su público.