miércoles, 13 de julio de 2011

El Ángel Azul (Cuarta Parte)

Desnudando a Lola
Siempre se ha hablado de Lola como una mujer fatal, como una vampiresa que arrastra a los hombres a la perdición, y sin embargo no tiene tanto que ver con esto. Almenos esta la idea que muchos tienen sin haber visto la película. Lola es una artista, una cabaretera de suburbio, de cervecería portuaria y público proletario. Es vulgar, es lasciva, y altiva. Segura de sí misma, independiente y dueña de su sexualidad. Pertenece a un mundo donde todo es una representación teatral y le gusta su vida.

-¡Saldrás a entretener a ese hombre!
-Yo soy una artista.

Su relación con los hombres es sencilla; les da lo que ella quiere aunque no todo lo que ellos quisieran, y juega con ellos de manera inofensiva. Su relación con el profesor se desarrolla espontáneamente y con naturalidad. Le gusta su compañía y se divierte con esa clase de hombre; intelectual, puritano y estandarte de la moral. Toda una antítesis de si misma. Se ríe sintiéndose por encima de sus convencionalismos. Una clase de hombre al que no está acostumbrada a tratar, y con el que se divierte orgullosamente poniéndolo en evidencia y llevándoselo a su terreno. No pretende seducirle, sino sólo entretenerse como una niña traviesa y lista. No obstante, es el profesor el que actúa como un niño extraviado y asombrado ante nuevas experiencias. Queda encandilado sin que ella tenga que mover un dedo de manera consciente.




Los encantos de Lola brillan de manera natural y desvergonzada, se desnuda ante el profesor y no porque quiera engatusarle, sino porque le da lo mismo hacerlo ante uno u otro hombre. Es el choque entre estos dos caracteres que representan mundos opuestos, lo que hace llevar al profesor a la perdición, debido a su propia encrucijada interior, y al ataque que esto supone hacia sus valores y su (doble) moral encorsetada. Él mismo cava su tumba sin sospecharlo, y ella forma parte de ello sin quererlo ni beberlo por todo lo que representa para él.


Lola no tiene interés de conquistarle para casarse con él. Convertirse en una señora casada y alcanzar una posición distinguida. Eso no va con Lola. Tampoco necesita un marido que le cubra de regalos. Ya lo hacen sus admiradores. Cuando Rath es cesado del Liceo, va a buscar a Lola y se la encuentra haciendo las maletas para irse y no volver “en un año”. Estaba lista para irse sin despedirse siquiera del profesor. Para ella fue una experiencia más de tantas. El profesor expresa pesar en su rostro y ella le dice “No pongas esa cara. Volveré el año que viene” ¿Quería algo con él? Nada.

Por si esto fuera poco, cuando acto seguido Rath le propone matrimonio, la reacción de Lola es más que significativa. Se ríe en la cara del profesor comprendiendo lo absurdo de la situación y sólo cuando éste le recuerda la seriedad del momento, ella se detiene y acepta con cierta indiferencia. Lo que busca Lola es quizás un criado. Un marido asexuado con las prestaciones de un ama de casa. El eunuco postrado a los pies de su reina. Que venda las mismas postales con las que él la descubrió. Que le vista y le ayude con su vestuario. Que le caliente las tenacillas para rizarse el pelo o le ponga las medias, pero sólo hasta la rodilla. De eso ya se encarga ella. Porque los muslos de Lola son terreno restringido para el profesor. Se miran pero no se tocan.

La historia de El ángel Azul
El Ángel Azul no es un ángel, y no sabemos si es de color azul o si está triste y debido a una mala traducción se le coloreó de azul. El ángel azul es una cervecería, un cabaret de mala muerte en el puerto de un suburbio alemán donde, al igual que en el burdel de Querelle de Brest, acude toda la escoria que en ese puerto atraca, y la gente más dudosa de los alrededores del lugar. Ladrones, estafadores, prostitutas, proxenetas, marineros sedientos de sexo, borrachos y curiosos del pecado carnal. Por el escenario pasan, como en un circo, todo tipo de artistas ambulantes. Cantantes, domadores, ilusionistas, payasos, forzudos y cabareteras ligeras de cascos. En el ángel azul no hay silencio, aunque el artista haga su número en el escenario. Las cervezas se piden a gritos y se dejan en cualquier lugar. Las cabareteras las beben, y entre trago y trago, delante de su público, dejan las jarras por el escenario. Este retrato vulgar y sórdido sería fácil de observar en los cientos de cabarés y bares alemanes de la época. El cabaret de El Ángel Azul está montado al más mínimo detalle realista y figurativo.

En el escenario las sillas se colocan alineadas, para que las artistas esperen su turno a cantar. Y beben cerveza, y se limpian con su ropa como si nada. La interactuación con los allí presentes, observadores de la naturaleza nocturna, es una constante.

¡Lola!
Y aparece Lola, la reina del lugar. Una traviata que sabe siempre dónde está. Una joven curtida a la que todo le da igual. Poco le importa que entre el público le observe el chulo más repelente o el galán más ilustrado, ella actuará igual. Beberá cerveza, se limpiará los labios con los lazos de su atuendo y se reirá de todos sabiendo la atracción que en ellos ejerce. Si Lola es de esta manera, es porque el mundo la ha hecho así y así es como puede sobrevivir. Lola es, a fin de cuentas, un lirio entre cardos.


Ningún hombre tocó nunca mi pianola / y el que lo hizo se pilló los dedos


El siguiente texto es una transcripción del audiocomentario del historiador Werner Sudendorf disponible en la edición de El ángel azul, colección "Orígenes del cine" de Divisa, con algunas anotaciones mías. Se trata de un análisis de la película donde se explica el argumento, y se descifran códigos y símbolos propios de un cine artístico que bebe del Expresionismo, del puro teatro y que a pesar de ser sonoro, muestra aún una esencia  muy ligada al estilo silente.

Asistimos a tres días en la vida del profesor de una escuela en el año 1925. Tres días que cambiarán su existencia. Dos personajes se sitúan en el eje central. El profesor Immanuel Rath y la artista Rosa Fröhlich, conocida como Lola Lola, Representan dos mundos que topan entre sí, que se atraen y que finalmente despliegan fuerzas destructivas.

Nos encontramos en una pequeña ciudad no identificada, en el barrio proletario de una ciudad portuaria de mediados de los años 20. Una mujer levanta la persiana de un local, como si se tratase de un telón, y aparece el cartel de Lola Lola. Este rótulo, que nos acompaña a lo largo de la película, acabará adoptando un aire más distinguido hacia el final de la cinta.




¿Es Lola Lola una mujer fatal? La mujer que al principio limpia los cristales de un local, con el cartel de Lola nos da la pista. La mujer, desganada, detiene su labor e imita la pose del cartel. Lola es una atracción de suburbio más bien barata. Entre las fantasías que la pose de Lola Lola despierta y la vida real, existe una diferencia clara.


El profesor Rath
El profesor Rath también constituye un espejismo. Vive modestamente y en completo desorden y descuido, pero de puertas para afuera pasa por ser un meticuloso pedante.

La conducta del profesor se basa en una estricta ritualización. Todo cuanto contraviene a dicha ritualización consigue sacarlo de sus casillas. Esta conducta del profesor pretende camuflar su miedo a la vida y a las experiencias vitales.

En su estilo se vislumbra el carácter antiguo y pretendidamente digno del profesor. Ropa pasada de moda, un bastón que simboliza la dignidad y edad respetables, etc, sugieren en él un modelo de gentleman autoritario que pertenece más bien al reciente siglo XIX.

Mantiene una lucha desigual con sus alumnos. Ellos representan las ansias de vivir y él representa el temor a ello, a ver amenazada su imagen respetable y a la auto-represión de sus deseos. Recordemos el momento en que descubre a sus alumnos con las postales de Lola Lola y escandalizado las esconde, pero una vez se asegura de estar en su más absoluta intimidad, las observa, se recrea con ellas, aún con el miedo a ser descubierto y con el gesto de la vergüenza causada por su moral, para finalmente acabar al mismo nivel que sus alumnos, acudiendo al ángel azul. Su intención es la de pillar a sus pupilos in fraganti, pero la curiosidad le puede más; ya no puede quitarse de la cabeza a la mujer de esas postales.



Las postales de Lola. El cebo de la moral del profesor Rath.


El Profesor se adentra en el ángel azul
La fantasía sexual evocada en el plano de estas postales se materializa en el siguiente plano, ya en el cabaret, con Lola Lola, el Cupido que mueve sus alas sobre el escenario simbolizando el placer carnal, el grupo de vulgares coristas y el plano de las piernas de Dietrich. Este primer plano fue censurado en la versión inglesa.

Plano de las piernas de Marlene. Censurado en la versión inglesa.


La composición del plano del escenario se basa en un abigarrado decorado portuario en el que Sternberg sitúa grandes redes, gaviotas y anclas colgadas del techo y que enmarcan y apuntan, como flechas a la tarima.

En el camerino de Lola Lola todo está en desorden, de ruido, humo de tabaco, maquillaje, pelucas, ropa, un ir y venir de admiradores y compañeros. En el tocador hay jarras de cerveza. Todo es un reflejo de desorden y desmesura. Esta habitación es un lugar de paso de todo tipo de personajes -hasta un oso pardo con su domador- es a la vez una trampa para el profesor, una tela de araña de Lola Lola, y el escondite de unos individuos que observan a escondidas o en silencio, al igual que nosotros como espectadores de la película. A lo largo del film se repite este recurso del espectador escondido y cómplice del juego.

La habitación de Lola, sobre el camerino, ordenada como un hogar y aparentemente inaccesible, muestra una montaña de maletas que evocan su vida errante e inestable. Esto contrasta con la habitación del profesor que aparecía al principio. También reflejaba un desorden, pero estaba llena de libros y un globo terráqueo. Los mundos y viajes del profesor son imaginarios y se sugieren irreales. Los de Lola son, además de reales, necesarios para su vida.





El profesor se dirige al cabaret, atravesando calles vacías y en penumbra, como un niño perdido, rodeado de peligros. Las prostitutas de la calle, el coro de una canción que suena a lo lejos y que dice “Sé siempre fiel y honesto”, el ruido de una sirena de niebla que asociamos al anhelo de inmensidad pero también al peligro a lo desconocido.


El profesor queda atrapado en las redes del ángel azul.


Es en este momento cuando el profesor Rath llega al Ángel Azul. Observa desde fuera, a través de las ventanas cochambrosas, y al entrar le observamos tras las redes que decoran la cervecería. Se enreda en ellas como una presa, y su depredadora, Lola, desde el escenario, lo ubica en su punto de mira con la luz de un foco que le deslumbra y le hace vulnerable y visible a todos. Su respetabilidad da el primer traspiés, e irá perdiéndola a medida que pase la noche.


Esta noche busco a un hombre ¡Un hombre de verdad!

El vestido de Lola es, como ya vimos anteriormente, de lo más irreverente. El miriñaque de transparencias con el que al darse la vuelta lo muestra todo. En los tiempos que corren hoy, esto no pasaría de una curiosidad más, pero en 1930 esto era un escándalo. El siguiente plano en el que Dietrich se da la vuelta y muestra sus bragas, fue cortado para la versión inglesa y en su lugar se colocó un plano del público.



Los hay grandes y pequeños, delgados y gordos / Los hay limpios y sucios, tímidos o audaces / No me me importa cómo sea mientras me valga / ¡Un hombre de verdad!


Lola Lola continúa su canción picante, y dirigida al profesor se convierte en una sátira contra su nulo atractivo sexual. En el intento por cazar a sus alumnos, se mete, sin darse cuenta en la boca del lobo. El camerino de Lola Lola. El cazador se convierte, sin saberlo, en una presa y se desconcierta ante este mundo desconocido y no permitido. Es en este momento cuando se topa frente a frente con un misterioso y mudo payaso, enmarcados los dos por el quicio de una puerta. Se reflejan como en un espejo. Es el presagio clave, el reflejo de su destino. El payaso mudo aparece poco después, en presencia de Lola y el profesor, pero sólo éste parece fijarse en él.


El profesor y el payaso. Funesto e inquietante presagio.
El primer encuentro frente a frente con Lola es también significativo. Como un intruso, y bastón en alto en sentido fálico, pretende tratarla como a uno de sus alumnos, y someterla a un interrogatorio. Pero ella da la vuelta a la situación y comienza a dominarle. Le hace sentir avergonzado por haber perdido los modales en presencia de una dama, se desviste ante él, y cuando Rath parece comprender lo absurdo de su visita y contemplar la idea de marcharse, el grupo de coristas ocupa la puerta, atravesando la estancia y el payaso aparta la mano del profesor de la manecilla de la puerta y la cierra ante él. Lola sube al piso de arriba, y desde lo alto de las escaleras le tira las bragas al profesor. Cada vez se desconcierta más y no sabe cómo actuar.


¿Es usted la artista Lola Lola?



No se trata de que Lola esté desplegando sus armas de mujer como una vampiresa. Más bien se comporta de manera natural, -aunque nada ingenua- en su hábitat. No siente ningún interés por este hombre, más allá del divertimento y la curiosidad por tenerle allí. Es la rectitud y la moral del profesor, puesto en un terreno desconocido, perdido y sin saber defenderse, y el deseo oculto pero incipiente por Lola lo que provoca el comienzo de su propia perdición. Ella se desviste ante sus ojos, de manera rutinaria y natural, vulgar e inofensiva, juega con él, le sienta en su silla y le da vueltas sobre su eje, como si quisiera hacerle perder su orientación.


La colisión fatal de dos polos opuestos. Atracción y repulsión.

Finalmente, el profesor consigue salir de allí y regresa a su casa, exhausto y afectado por acabar de enfrentarse a sus propias fantasías. Pero el “daño” ya está hecho, el deseo es irreparable, y volverá allí la noche siguiente con el pretexto de devolver a Lola sus bragas, recoger su sombrero olvidado y disculparse por los incidentes causados. A Lola Lola le divierten sus modales, su rectitud y su inocencia sexual, y los somete a sus juegos aparentemente inocentes. Le gusta reírse de él sin que él lo note, le desconcierta y le pone en evidencia “Sabía que volverías. Todos vuelven


Profesor, ¿hay por ahí abajo algo interesante?



Lola queda totalmente sorprendida cuando el profesor la defiende ante el director del local y un cliente que pretende alternar con ella. El profesor Rath se pelea por ella y en ella nace repentinamente una actitud amable y de gratitud hacia él. “Hacía mucho tiempo que nadie se peleaba por mí”

Es aquí cuando la relación entre ellos dos se estrecha, cuando se pone en evidencia la trampa en la que ha caído el profesor inconscientemente y de la que Lola no es culpable directa, sino más bien esa atracción que ha despertado en él casi de manera no intencionada. Rath va perdiendo su autoridad y su identidad y se degrada al nivel de sus alumnos a los que él recrimina justo lo que él mismo está haciendo.


Hacía mucho tiempo que nadie se peleaba por mí.




El profesor conquistado
Hasta éste momento, si el profesor había desarrollado una actitud protectora hacia Lola, una admiración carnal, y un deseo de no querer/poder desprenderse de ella, en el número en que ella canta “Estoy hecha para el amor de la cabeza a los pies” (Falling in love again) Lola acaba conquistándole por completo y éste acaba prendido de amor -un amor algo adolescente- por ella, un deseo del que ya no podrá deshacerse.


Los hombres revolotean como polillas ante una llama / Si sus alas se queman ¿Qué puedo hacer yo? / De la cabeza a los pies estoy hecha para el amor.

A la mañana siguiente, Rath amanece en la habitación de Lola, aunque sin indicios de una relación sexual, ésta le sirve el desayuno y le despide con la amabilidad de una esposa cuando él se marcha a trabajar. No obstante, no queda claro si Lola lo hace con amabilidad auténtica, o si se sigue divirtiendo con él. Así es Lola, un personaje tan complejo que desconcierta no sólo a Rath, sino también al espectador, sin dejarnos claras sus auténticas intenciones para con él.

Al llegar al Liceo todos los alumnos del profesor Rath se han sublevado, su autoridad se ha esfumado, y el director le despide, derrumbándose así el pilar central de su existencia y respetabilidad. Rath recoge sus cosas y se dirige al Ángel Azul con un ramo de flores que no consiguen impresionar a Lola. Ella, que está recogiendo sus pertenencias, para marcharse con sus colegas de aquel suburbio, se sorprende de su regreso y le dice “No pongas esa cara, volveré el año que viene”. Ahora es cuando sabemos que la intención de Lola no era más que un pasatiempo, que conquistar al profesor era un juego para ella inofensivo, además de una simpatía y no una táctica para cazarlo. Aún así, el profesor le pide en matrimonio y ésta, asombrada como en la noche anterior cuando se peleó por ella, se echa a reir y decide entrar en su juego. Se casan.


La boda de Lola y Rath. Felicidad envuelta en una atmósfera de patetismo.
Friedrich Hollaender toca la marcha fúnebre nupcial.

En la mesa, el ilusionista Kiepert, patrón de la compañía, practica uno de sus trucos y hace aparecer unos huevos de gallina. Lola empieza a cacarear como una gallina y Rath entona los cantos de un gallo. Ese canto de gallo del profesor nos recuerda una vez más la seriedad que ha perdido, el giro radical que ha dado en su vida y que se tornará en un final patético. A su vez, representa también un adelanto del futuro que aguarda el profesor. Se da cuenta -el cree- de que todos se ríen con él. Se ha convertido, sin saberlo en el nuevo payaso de la compañía.


La agonía del profesor
Hasta aquí se retratan los tres días en la vida del profesor. Tres días que han cambiado su vida por completo. Desde este punto se comienza a relatar su lenta agonía y comienza a ser consciente de la estabilidad que ha perdido y el destino adverso en el que se ha visto atrapado. En tres días perdió su reputación y su trabajo por una mujer. Ahora se ha casado con ella y ha comprendido que no puede cumplir la promesa de sustentar su hogar. Le mantiene su mujer cabaretera que poco ha cambiado su forma de ser, y se ve reducido a un pobre y desaliñado viejo lleno de resentimiento consigo mismo y el mundo que le rodea, y que malvive a cuenta de su esposa, y vendiendo las postales eróticas de ésta.


El ex-profesor, derrotado en una espiral sin retorno.

Esta actitud se hace muy patente, y con un contraste más violento en la escena siguiente a la noche de bodas en la que él pidió a su mujer que dejara su trabajo. Lo vemos derrotado, aunque nada en comparación a lo que se le viene encima, despeinado, fumando, relegado a un segundo plano, como un estorbo, y esperando a que su mujer acabe el número para vender las postales en las que ésta se exhibe. La canción que suena en ese momento es, además, y con dobles intenciones “Ten cuidado con las mujeres rubias… tienen un nosequé

La actitud de ella también es distinta. Sigue siendo la misma artista, pero su matrimonio es un tedio insoportable. Se muestra indiferente y aburrida con su marido, que ha sido incapaz de aceptar su nueva vida y se ha avinagrado a medida que ha pasado el tiempo.

Rath es culpable de su caída. En su carácter se refleja también un amplio sector de la sociedad burguesa alemana que, empobrecida y alicaída tras los años de inflación de principios de los años veinte, no era capaz de aceptar su suerte.
En este punto de la cinta es cuando el argumento se aleja más de la novela de la que se inspira.


La caída del profesor
Sternberg introduce un salto de tiempo -cuatro años en adelante- y vemos al profesor ya reducido a lo que se presagió desde el principio: un payaso. Que se maquille él mismo, con aparente normalidad nos hace entender que lo ha estado haciendo durante mucho tiempo ya. Se ha convertido en el nuevo número cómico para el público proletario del que él mismo se quejaba. En su mundo él es el único que ha cambiado. A su alrededor todo es barato y pobre. Es de gran importancia el emplazamiento en el que lo encontramos ahora: Un triste camerino subterráneo por el que se accede mediante escaleras. Recordemos que la habitación de Lola en el Ángel Azul estaba justamente al revés. Un piso más arriba sobre su camerino. Ella arriba, él cada vez más bajo.

El ofuscamiento del profesor se agrava cuando el ilusionista anuncia el regreso de la compañía al Ángel Azul, en su ciudad natal, donde el profesor será la atracción principal, y por lo tanto la burla más grande contra su propio nombre y orgullo ya perdido.



El regreso al Ángel Azul significa para el matrimonio un cambio de vital importancia. Ella ya no es la vulgar cabaretera de los años anteriores. Ahora la presentan como una artista de un nivel superior, cuya indumentaria no se presta a insinuaciones eróticas baratas. Además, es anunciada en rótulos más elegantes. Para su marido también supone un cambio, pero hacia el abismo. Abandonó su ciudad siendo un profesor y vuelve a ella siendo un triste payaso objeto de mofa por parte de todos. Él es consciente de que el público ha acudido en masa para presenciar su caída y su perdición. Sus antiguos alumnos y colegas, las autoridades y todo el pueblo está allí para presenciar su final.

Su humillación crece cuando observa los flirteos de su mujer con otro hombre -la antítesis de Rath- en sus narices.

La composición de imágenes es cada vez más compleja y significativa. La masa de personas que evolucionan a la vez en un espacio tan reducido produce una sensación de agobio, al tiempo que ofrece un contrapunto a la soledad y el aislamiento del profesor.

Su salida al escenario se produce entre efectos luminosos cambiantes que forman una especie de selva de luces y claroscuros sobre su rostro, manifestando así el estado al límite de la locura en que se encuentra Rath. Vestido como un payaso de circo barato y sombrero de copa, sale vacilante al escenario. El proceso de ejecución pública se inicia cuando el ilusionista Kiepert pincha y destruye el sombrero de copa de Rath, símbolo de dignidad, solemnidad y buena reputación. Y desde lo alto de la tarima observa la humillación a la que es sometido por los asistentes, y por la visión de su esposa en brazos de otro hombre. La locura finalmente estalla con el canto del gallo y la actitud de una gallina y con el que inicia un tumulto entre bambalinas, explotando su agresividad y rabia tanto tiempo contenida. La camisa de fuerza de su moral inicial se ha tornado finalmente y trágicamente en algo físico y literal.




La salida del profesor de El Ángel Azul es a hurtadillas, tal como entró la primera vez. Rath se haya en un momento de absoluta oscuridad. Lola, en cambio está radiante de luz e indiferente al martirio de su marido. En el escenario canta de nuevo “Falling in love again” pero en un tono decididamente triunfal. Sentada como un hombre en la silla al revés, observa al público con gesto altivo, segura de sí misma.




Es esta imagen del Eros victorioso la que, junto a aquella otra de Lola sentada sobre el barril, lo que a fin de cuentas ha quedado marcado a fuego en la memoria de las generaciones. Ante ella, incluso el poder interpretativo de todo un Emil Jannings se encuentra impotente.

Rath vuelve a la escuela, abatido y anulado como un autómata, dispuesto a encontrar su final, el descanso a su agonía. Entre la oscuridad reinante de una escuela durante la madrugada, se mete en su antigua aula, y se desploma sobre su viejo pupitre al que se agarra firmemente con su mano agarrotada. Así encuentra la muerte el profesor Rath, y así se cierra esta película, mientras la cámara se aleja hacia el final del aula, en silencio y al ritmo de unas campanadas de un funeral.



Anotaciones personales de Serch Dietrich
Espero que os haya gustado esta super entrada dedicada a El ángel azul. Hacía tiempo que tenía ganas de hacerla, porque llevo mucho tiempo leyendo tanto en blogs, como en páginas y revistas, críticas que no me parecen demasiado acertadas. No hablo del "me gusta" o "no me gusta", que me parece muy respetable, sino de críticas tipo "es muy aburrida, es muy lenta, si no fuera por la fama que tiene habría que dejar de verla a los 10 minutos, creía que Marlene actuaría mejor, no sé por qué se habla tanto de la mujer fatal que interpreta Marlene..."

Yo ví El ángel azul por vez primera cuando tenía 17 o 18 años, en una edición pobre de Suevia, cuando aún no había visto nada de Marlene. Me esperaba una película llena de glamour, una Marlene muy vamp y estilizadísima, que saliese a cantar con un smoking negro y sombrero de copa en un cabaret tipo Kit-Kat Club, y no encontré nada de eso. Me quedé algo indiferente, y tras investigar, comprendí que la Marlene del smoking de la que todos me habían hablado no pertenecía a esta película sino a la siguiente, Marruecos. Me dí cuenta entonces de que mucha gente habla de ciertas películas sin haberlas visto.

Volví a ver la película, en una edición restaurada, y la versión que hay que ver, la alemana. La ví con otros ojos, comprendiendo lo que significa esta obra del cine artístico, sin sacarla de su contexto, y apreciandola por lo que es y no por lo que quisiera que fuera. Entonces también conocí mejor a Lola, a la que injustamente se ha demonizado tanto. No es un dechado de bondad, pero tampoco es la Mefistófeles de la que tanto se ha comentado.




El ángel azul bien se merece una segunda revisión, y una tercera. Cuando se conoce mejor, más se aprecia en su totalidad. Para los fans de la Dietrich, un ejercicio interesantísimo es el de visionar sus películas con von Sternberg desde El Ángel azul y por orden cronológico. La metamorfosis que se observa poco a poco en Marlene, su apariencia, y su forma de actuar, los registros de su voz que comenzaron aquí con un timbre chillón y se va haciendo más grave según pasan las siguientes películas. Todo ello se observa como algo curioso, y para algunos de nosotros, apasionante.

Vídeos interesantes

Donde podréis buscar las diferencias entre la versión alemana y la inglesa. Como en Ich bin die fresche Lola , donde se censura un plano de las piernas de Marlene.

Kinder... / This evening children, donde también se corta el plano de las bragas del que hablé anteriormente. Además, aquí vemos al profesor entrando por primera vez en el ángel azul, donde queda atrapado como la presa de una araña.


Blonden Frau'n / Blonde women en la segunda interpretación de la canción.

Falling in love again, en la primera interpretación, cuando Rath cae a sus pies. Y no sé si se verá, porque creo que tiene tiene un copyright de nosequién y no dejan divulgarlo por la red.

Falling in love again, al final del film, donde la vemos a ello, triunfante en su escenario, y al profesor huyendo de allí como alma en pena.


Y por último un tráiler aleman, de la reposición de los años 60. El único disponible en la red, e incompleto:


2 comentarios:

William De Baskerville dijo...

Espero que sepas que nos ha gustado, y valoramos la dedicación que entradas como esta requieren; datos, fotografias, anotaciones, etc.

Yo tengo la edición Suevia, asi que veo que tengo que estar pendiente a una nueva edición restaurada y con extras...

Aunque los que tenemos la edición Suevia, tenemos aqui, en tu blog, todos los extras.

A mi me pasó igual con la impresión de la primera vez del Angel Azul, no me pareció lenta, aunque me gustó más cuando la vi por segunda vez. Es cierto tu comentario de necesitar visionados (normalmente ocurre con muchas).

Me impresionó como la historia iba cambiando poco a poco.

Y me ha llamado la atención porque te lo pensaba comentar, que quizá tomaron nota para el kit-kat-club años despues, me refiero a tu análisis sobre el decorado , alineación de sillas, ambientación.

Por cierto la fotaza (ningun hombre tocó nunca mi pianola)es genial.

Más tarde me hice con una copia de Morocco y despues con otra del Exp.de S.
y me parece mucho más interesante la historia de Lola y el profesor, sin desmerecer las otras.

Tambien se observa como Marlena va cambiando notablemente ya no solo en sus interpretaciones, si no fisicamente, expectacular. Claro que tambien influye la madurez.
Como diria B.Izag. es una verdad alterada.
En el Angel Azul era muy muy jovencita, cándida y suave, pero supo hacer de Lola con total convicción, después fué perfilando y evolucionando su pose, perfectamente terminada y reinventada en lo que hoy es uno de los grandes iconos no solo del cine y de la fotografía, es que decir Dietrich es comenzar y no terminar.
Adelantada a su época es decir poco, y mira que Garbo tambien me gusta.
Pero son dos estilos Glamourosos totalmente diferentes.

Gran repaso!

Te felicito.

Sergio dijo...

Muchísimas gracias por tus palabras, querido William. Siempre las espero like water of may.

Muchas gracias también por todo el interés. Reconozco que puede dar mucha pereza leer tanta letra, pero tú y DeWitt lo habéis leído todo. Se os puede poner un sobresaliente sin hacer exámen siquiera. jejeje

He leído los comentarios que has dejado en cada entrada y te agradezco el tiempo que dedicas y la valoración. Me alegro mucho de que te haya gustado.

Próximamente, el ciclo 'Marruecos', que ya lo estoy preparando.

Un abrazo !!!